Cómo ganar amigos en influir sobre las personas – Parte 1

Hola, buenos días!
Voy a comenzar otra sección de publicaciones en forma de artículos, en la cual hablaré del libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” de Dale Carnegie. En dicho libro se habla de varias reglas para relacionarnos mejor con las personas y de forma óptima para conseguir grandes éxitos en la vida a través de las relaciones humanas. Entonces, redactaré los extractos de cada capítulo que considero más relevantes y didácticos, los cuales aconsejo aprender y poner en práctica. Por último, escribiré las reglas de Dale Carnegieal final de cada capítulo. De nuevo, recomiendo encarecidamente que anotes las reglas y las pongas en práctica hasta incorporarlas a tu conducta habitual a la hora de relacionarte con los demás.
Por Daniel Campos Ribes.
Técnicas fundamentales para tratar con los demás

Capítulo 1: “Si quieres recoger miel, no des puntapiés a la colmena”
La crítica es inútil porque pone a la otra persona a la defensiva, y por lo habitual hace que trate de justificarse. La crítica es peligrosa porque hiere el orgullo, tan preciado de la persona, hiere su sentido de la importancia y despierta su resentimiento.

El mundialmente famoso psicólogo B.F. Skinner comprobó, mediante experimentación con animales, que premiando la buena conducta los animales aprenden más rápido y retienen con más eficacia que castigando la mala conducta. Estudios posteriores probaron lo mismo aplicado a los seres humanos. Por medio de la crítica nunca provocamos cambios duraderos y con frecuencia creamos resentimiento.
Hans Seyle, otro gran psicólogo, dijo: “Tanto como anhelamos la aprobación, tememos la condena”.

El resentimiento que engendra la crítica puede desmoralizar empleados, miembros de la familia y amigos, y aun así, no corrige la situación que se ha criticado.
Comprendamos que las críticas son como palomas mensajeras. Siempre vuelven al nido. Comprendamos que la persona a quien queremos corregir y censurar tratará de justificarse probablemente y, de censurarnos a su vez. Además, la persona podría decir que no vio cómo podía haber procedido de otra manera.

Una de las máximas favoritas de Lincoln era: “No juzgues si no quieres ser juzgado”.
Cuando la Sra. de Lincoln y otras personas hablaban duramente de la gente del sur de los Estados Unidos, Lincoln respondía: “No los censuréis; son tal como seríamos nosotros en circunstancias similares”.
¿Conoces a alguien a quien desearías modificar, regular y mejorar? ¡Bien! Espléndido. Yo estoy a favor tuyo. Pero, ¿por qué no empezar por ti mismo? Desde un punto de vista puramente egoísta, eso es mucho más provechoso que tratar de mejorar a los demás. Sí, y mucho menos peligroso.

“No te quejes de la nieve en el techo del vecino -sentenció Confucio- cuando también cubre el umbral de tu casa.”
Cuando tratamos con la gente debemos recordar que no tratamos con criaturas lógicas. Tratamos con criaturas emotivas, criaturas con prejuicios e impulsadas por el orgullo y la vanidad.
¿Cuál fue el secreto del éxito de Benjamin Franklin? «No hablaré mal de hombre alguno -dijo- y de todos diré todo lo bueno que sepa.»
Cualquier tonto puede criticar, censurar y quejarse, y casi todos los tontos lo hacen. Pero se necesita carácter y dominio de sí mismo para ser comprensivo y capaz de perdonar.

«Un gran hombre -aseguró Carlyle-demuestra su grandeza por la forma en que trata a los pequeños.»
En conclusión, en lugar de censurar a la gente, tratemos de comprenderla. Tratemos de imaginarnos por qué hacen lo que hacen. Eso es mucho más provechoso y más interesante que la crítica; y de ello surge la simpatía, la tolerancia y la bondad. «Saberlo todo es perdonarlo todo.»
Ya dijo el Dr. Johnson: «El mismo Dios, señor, no se propone juzgar al hombre hasta el fin de sus días». Entonces. ¿por qué hemos de juzgarlo tú o yo?