Así va el Mundo

“Cómo distinguir a un adulador de un amigo”

Por Pedro Mendoza.

Desde que Dios hizo el mundo, los aduladores han estado entre nosotros y todos nos hemos acostumbrado a su presencia. Y según lo dicho por muchos psicólogos, la gran mayoría de los líderes de todos los sistemas e ideologías políticas y de las distintas élites socioeconómicas imperantes en las sociedades modernas creen, pese a la opinión moral de Plutarco sobre dejarse arrullar con los mimos de la adulación, que los aduladores les son propicios para que sus mensajes manipuladores sean asimilados por las masas y hallen el menor número de resistencias.

Los Diccionarios de Psicología definen al “adulador”, como aquel individuo que recurre a toda suerte de discursos, bien pensados o no, y a la elaboración de acciones o malabarismos dirigidos a resaltar y defender de un modo exagerado las virtudes o hechos y actitudes de alguien de quien dice ser amigo y a menudo como su seguidor y hasta como el amo. 

Si el adulón se limitara solo a difundir y defender las virtudes y hazañas de la persona adulada, pues pro­bablemente su ídolo lo acepte como un simple seguidor o discípulo entregado a la construcción de la empresa que su jefe se ha propuesto llevar adelante. Pero  resulta que el adulón está convencido que su conducta adulona constituye su mejor causa, una empresa que debe empujarlo al éxito económico y social, de ahí que actúe como el buey ‘buen soldado’, que si la carreta que jala se atasca porque un gran tronco impide su avance, entonces como el ‘buen soldado’ que es, el buey se desengancha de la carreta, va y quita el tronco que obstaculiza el arrastre de su carga y así evita que su dueño se moleste bajándose de la misma. Ya Aristóteles había señalado casi 250 años a.C. que “todo adulador es un mercenario”.  

Así que no es de sorprender que el adulón finja ser el amigo imprescindible de la persona adulada, pero sus lisonjeras palabras no deben hacerle olvidar que un camaleón no es amigo de nadie excepto de sí mismo. Todo mercenario hace el papel del camaleón, hoy sirve y adula a su “amigo” Juan, pero mañana cambia de color para irse a adular y servir a Luis. 

Hoy son muchos los eruditos que dicen que si Shakespeare no hubiese leído aquella obra de  Plutarco sobre los aduladores, talvez no hubiera escrito el famoso drama Otelo. En ese famoso drama, Yago está al servicio de Otelo para vigilar a Desdémona su mujer, a la cual cela de un modo delirante y obsesivo como son siempre los celos de faldas. Pero en poco tiempo Yago, el sirviente contratado, ensambla una trama  para persuadir a Otelo de que es un hombre capaz de arriesgar su vida en defensa del honor de su amo y que esa decisión y coraje lo ha llevado a darse cuenta de que Casio, un amigo muy cercano de Otelo, le está dando “pan de oído” a Desdémona próximo al potrero. 

Claro, es excepcional que un adulón se conforme solo con llevarle un informe chismoso, falso, al amo. Al día siguiente, Yago empezó a convencer a Otelo de que no le quedaba más camino que asesinar la esposa por su traición. Otelo pide pruebas del adulterio y Yago, su gran y único amigo, se las consigue al instante. 

¿Por qué Otelo nunca pensó que Yago era un adulón más de los cientos de aduladores que andaban en Venecia como caballos y burros que cargaban viandas hacia los mercados? Ah, porque el adulador convence al adulado de que es más fiel y confiable que su perro y su caballo; más que el hijo, la madre que le parió o el padre que le engendró.  

¿Abundan los adulones en la sociedad dominicana? Sí, en la de hoy y en la del siglo  XIX. Desde antes de la firma del Tratado de Basilea en 1795, ya recorrían los aduladores caminos y sábanas de la isla La Española. Desde la fundación de nuestra Nación, talvéz nos han faltado alguna vez aguacates, guineos o maíz, pero no adulones. 

Y entre nosotros, el conuco, la parcela más fértil para que los adulones cultiven la adulonería son los líderes políticos, los jefes de Estado. Son muchos aquí los que como Yago labran “su carrera” partiendo de un esquema adulón consagrado al jefe, hacia el líder que va hacia el Poder del Estado. La adulonería siempre es seducida por el perfume del poder político para lograr el poder económico. Una vez en el Poder, su adulonería la suben al siguiente nivel, llamado idolatría TV (la publicitada). 

Desconozco si muchos o pocos de los lideres políticos dominicanos se han opuesto en público o les han puesto “chembitas” a la verbosidad de los que les adulan cuando estos “se pasan” de la raya en su afán adulón. Si pocas veces o nunca ha sucedido, no nos alarmemos, es que no hay adulón que carezca de fuerza de convencimiento de su presa, el adulado al que llama “su amigo entrañable”. Por eso es tan difícil distinguir rápidamente un amigo de veras de un adulón profesional. 

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